20.4.13

SOR INÉS (CAPÍTULO 10)



El temor de Dios es el fundamento de toda sabiduría.
Eclesiastés.

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-¿Dónde estoy?, ¿qué ha pasado?, ¿que me ha pasado?, ¿dónde están mis hábitos?, ¿dónde están mis santas vestiduras?, ¡oh Dios!, ¡oh Dios! ¿Habré muerto? No, no puede ser, habría sido llamada por el Señor. Estaré soñando, eso es, debe ser todo una de esas pesadillas en las que la oscuridad se acoge a las profundidades humanas para mostrar los moratones del alma. Debo permanecer tranquila y rezar, como he hecho siempre. Recé cuando tuve miedo y tú estabas allí. Recé cuando presencié la matanza de niños, aparentemente sin ningún sentido, que ordenó el padre Julián. Recé cuando él condujo al pueblo hasta la lapidación de la pobre Fulgencia, que sólo buscaba mi protección, para violarme y ultrajarme aquella tarde en la sacristía. Recé cuando mi cuerpo se vio invadido de dudas acerca de tu bondad infinita. Recé cuando el padre Julián asesinó a todos aquellos que se le opusieron brevemente. Recé cuando el padre Julián acabó con todas las muestras de cultura que quedaron en el pueblo después de la muerte de Fernando. Recé cuando el poder permaneció en el seno de aquel que te representaba, estableciendo aún más las diferencias entre él y la multitud de míseros muchachitos que murieron de hambre por no tener ni un pedacito de pan (aquél que tú multiplicaste) que llevarse a sus desdentadas bocas. Recé...; ¡cuánto he rezado, Dios mío!, debes estar orgulloso de mí. Pero no debo atribuirme ningún mérito, todo te lo debo a ti; la vida, los momentos felices, pocos, eso sí, la muerte, las miserias. Espero que no tardes mucho en despertarme, hace frío aquí, y no llevo nada con lo que arropar el desconsuelo que cubre mi marchito escapulario.

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-Es indignante. Llevo así mucho tiempo y el sueño no me descuida, se aferra a mí, sorbiendo a cucharadas mi aliento. ¿Y si estuviera muerta, realmente muerta? No, debo apartar esa idea de la cabeza. Estaré siendo sometida a una prueba demoníaca, una de esas que sólo se nos presentan a las que te hemos dado todo en la vida. La superaré, ya verás Dios mío, creeré en ti siempre, "per saecula saeculorum".

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-¡Ay!, Dios mío, ¿dónde estaré? ¿Qué puedo hacer ahora? Debo regresar. No puedo permanecer por más tiempo aquí, en esta charca de olvido. Tengo que volver, necesito calmar los pecados del hombre. ¿Por qué no les di la absolución a todos aquellos que me lo pidieron? ¿Quién era yo para condenar moralmente a aquellos que vinieron en busca de mi perdón para sus míseros pecados? No, no soy culpable, tan sólo cumplí con el que creí mi deber. ¿Dónde estás, Dios mío? Recibe a tu sierva más cristiana, más católica y más devota. No puede estar pasándome esto a mí. Yo, que nunca me sublevé ante las injustas órdenes del padre Julián, que fui felicitada por mi defensa a ultranza de los deseos de la Santa Madre Iglesia, que fui recibida y elogiada por el Cardenal de la región. Yo tengo que estar a tu lado, al lado del ser por el que he dado mi vida, Dios mío, ¿me oyes?, ¿me oyes?, Dios mío, ¡DIOS MÍO!, ¿QUIERES SALIR?

***

-No puede ser, no debe ser cierto, pero he muerto, cristiana y devotamente, sin paz en mi cuerpo y en mi espíritu, deseosa de encontrar a mi mentor, aquél al que he dedicado mi vida, negando mis deseos de humanidad por recibir la recompensa de la eternidad al lado del creador, mi Dios, el que me dictó por medio de la Iglesia mi comportamiento para con mis semejantes, el que coaccionó a través de mis oraciones mis ansias pecadoras, purgando mi flagelada alma a golpes de rosario, cubriendo mi cuerpo de llagas carcomidas por los pecados de mis semejantes, lavando en su beneficio las corruptas sensaciones de eternidad. No, no es justo, no puede serlo. Y ahora, ¿qué hago yo? Ahora que ya no vivo, ahora que he cumplido con mi parte del contrato, ¿dónde está el magnánimo ser que me iba a reportar la salvación?, ¿quién va a presidir mi juicio final?, ¿contra quién puedo descargar todos mis años perdidos, mis orgasmos deseados, mis tabúes reprimidos?, ¿contra qué Dios imploro yo ahora?
            No, no quedará así, me niego a morir.

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